miércoles, 25 de marzo de 2009

Alcoholismo

El consumo de alcohol abundante, pero sobre todo continuado, puede producir en el ser humano una dependencia psíquica y física de la sustancia etanol. Se trata de una enfermedad progresiva en cuyo transcurso la obtención y el consumo de alcohol llega a ser el sentido de la vida.
Síntomas típicos son la propensión al consumo, la pérdida progresiva del control, negligencia de intereses anteriores, la negación de la adicción, el síndrome de abstinencia, desarrollo de una tolerancia elevada al alcohol así como alteraciones de la personalidad.
Las secuelas pueden ser: esteatosis hepática (acumulación de grasa en el hígado), hepatitis alcohólica, cirrosis, pancreatitis aguda y/o crónica, cardiomiopatía alcohólica o la gota.
Además, el consumo de alcohol continuado es un factor de riesgo importante para el cáncer de esófago, de estómago, de la laringe y del hígado y también erosiona el intestino.
El cerebro se ve igualmente afectado por el alcohol. Otras secuelas pueden ser los déficit neuropsicológicos (atención, concentración, memoria, capacidad de aprender, etc), el síndrome de Wernicke-Korsakow, encefalopatía hepática, temblor, atrofia cerebral, ataques epilépticos o delirio.
Cuando los síntomas del alcoholismo son tratados, el tratamiento de la dependencia psíquica debe ser causal. Este tratamiento sigue una desintoxicación que consiste en la deshabituación duradera por un lado y en un desarrollo de la personalidad, así como una formación social por otro lado, normalmente en clínicas especializadas. Como fármaco de apoyo se usa el Disulfamin (Antabus), una sustancia la cual provoca dolor de cabeza intenso así como náuseas después del consumo de alcohol y así hace imposible el consumo del mismo.

Max

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